domingo, 8 de febrero de 2015

Que en el fondo de la cueva he penetrado: Los cerros de la catedral, cuando la historia va mucho más allá de lo que nos han contado.



Con las palabras que constituyen el título de este artículo finalizaba el anterior, palabras que forman parte de los versos de A. Garrachón Bengoa, y que me sirven para dar comienzo a este nuevo capítulo destinado a la historia desconocida de nuestra ciudad. 

La similitud y coincidencias que se dan en dos lugares emblemáticos de nuestra ciudad y a los cuales he dedicado buena parte de mis artículos no podían ser casualidad, me estoy refiriendo como sabréis a la catedral, a los cerros de San Juan, del Otero y del Barredo Viejo, y a la propia escultura de Victorio Macho, el Cristo del Otero.
Lugares tan destacabless de nuestra ciudad deben estar indudablemente unidos con nuestra historia. De todo ello debía quedar constancia en algún lugar, además de la constancia física que existe en la orientación de la catedral, la cripta de San Antolín y del cerro de San Juan, debía existir algún otro dato que pudiera arrojar más luz al respecto. Lamentablemente las pruebas de ello que pudieran quedar en los cerros han sido destruidas, el cerro de Barredo Viejo ha sido desmontado sin ser ya prácticamente reconocible, se ha perdido la inmensa mayoría de la ermita de San Juan del Otero, y en el cerro del Otero se desmontó buena parte de su faldeo original y de la prolongación del mismo que existía hacia su parte nornoroeste.
Sin embargo aun quedaba una posibilidad de que en  la propia catedral de Palencia existiera alguna pista al respecto que pudiera dar algún tipo de explicación a la relación que une estos lugares, así que hasta ella me trasladé para tratar de buscarla. Esta vez debía de ser algún tipo de prueba física, de decoración en la misma en la que pudiera quedar constancia de una parte de la historia de Palencia que no ha sido dada a conocer. Partiendo de los orígenes de la catedral, si desde el  propio momento de la construcción de la cripta de San Antolín, el vestigio más antiguo que se conserva en la catedral de Palencia, se utilizó la misma orientación que en el acceso de menor pendiente del cerro de San Juan, es porque entre ambos lugares había desde un comienzo una relación muy importante, y por ello, la misma debía estar plasmada en la propia catedral, debía haber una alusión directa a los cerros en alguna parte de su decoración, la prueba a su vez de la importancia que los tres cerros habían tenido en nuestra ciudad desde una época muy remota.
Y esta vez de nuevo encontré lo que la intuición en un principio me había sugerido, en la decoración de uno de los laterales del coro, en el primer paño de la Epístola, a ambos lados del altar de la Visitación, de finales del siglo XV, se encuentran dos frescos en los que se observan dos paisajes naturales con montañas, pero con una forma muy llamativa que cualquier palentino reconoce inmediatamente, se trata de montañas de forma cónica que inmediatamente recuerdan a los cerros que se elevan en nuestra ciudad. En el fresco de la izquierda, se observan claramente tres cerros, uno de menor tamaño y los otros dos mayores y prácticamente idénticos. 


La primera impresión que me dio es que se asemejaban muchísimo a los cerros que realmente existen a no demasiada distancia de la catedral, el menor de ellos sería el Barredo Viejo, y los dos mayores se corresponderían  con el cerro del Otero y el cerro de San Juan.
Esta era sólo la primera impresión, pero justo entonces al avanzar unos escasos pasos más por el interior de la catedral, en la parte derecha del altar, en el otro fresco, se observa algo que comienza a clarificarlo todo:


En esta ocasión se trata de un fresco en el que aparece representado el martirio de San Vicente, el cual se encuentra claramente definido en su parte lateral derecha si le comparamos con el frontal del martirio de San Vicente de Santa María del Monte en Liesa (Huesca). A continuación muestro una comparación de ambas pinturas:

A la izquierda escena del martirio de San Vicente del frontal de Santa María del Monte, en Liesa (Huesca). Fuente: www.romanicoaragones.com. A la derecha escena del martirio de San Vicente representada en el fresco de la catedral de Palencia.


Hasta aquí esto no tendría razón por la cual llamar la atención si no fuese porque en el fresco de la catedral de Palencia además de esa representación se ven también cuatro cerros, uno de ellos en primer plano, de menor tamaño, y los otros tres más alejados y de un tamaño que atraen mucho más la atención. En este segundo fresco estarían reflejados 4 elevaciones, hasta ahora sólo lo había comparado todo con tres (Barredo Viejo, cerro del Otero y cerro de San Juan), pero sin embargo me quedaba una de las cosas que hasta este momento no había podido estudiar al haber desaparecido por completo, la prolongación que existía en el cerro del Otero (denominada popularmente por su forma la "Pata de Lobo") y que había sido borrada del paisaje palentino por las labores de extracción de arcilla que D. Cándido Germán efectuó en esos terrenos para obtener materia prima para su tejera a principios del pasado siglo.
Me faltaba comprobar ese dato, una vez tenía el dibujo plasmado en ese fresco, me faltaba encontrar una prueba real del aspecto que tenía ese lugar antes de que se procediera a la extracción de la arcilla, y la suerte apareció al localizar una antigua fotografía en la cual aparecía reflejado muy nítidamente el terreno que se elevaba en la parte nornoroeste del Cerro del Otero, y que presentaba una similitud más que asombrosa con lo plasmado en el fresco de la catedral. Los tres lugares coincidían a la perfección, tanto que es muy fácil reconocerles una vez se ven al mismo tiempo en el fresco y en la fotografía:


La similitud es tal que salta a la vista, es una pintura precisa de ese lugar:


Si continumaos fijándonos con más atención en este último fresco, vemos que en primer plano a mano izquierda se observa otro cerro de menor tamaño, situado precisamente en la misma zona en la que se encontraba el cerro de Barredo Viejo, y esta vez ya no cabe lugar a dudas, los cerros allí representados son los cerros palentinos a los que me he referido en anteriores artículos:


Ahora bien, si nos continuamos fijando en el primero de los frescos, observamos de nuevo que en él se encuentra representado exactamente el mismo paisaje tomado desde un punto de vista ligeramente distinto, y que en el cerro que se corresponde con el Barredo Viejo está representada una cueva:



Actualmente es imposible comprobar en la realidad si en el menor de los tres cerros existían cuevas, fue desmontado recientemente, y hay personas que afirman que durante las labores de desmonte se descubrieron esqueletos, hechos que no he conseguido confirmar. Sin embargo, sí que he podido confirmar lo que otros ciudadanos afirmaban, y es que en el cerro del Otero, en su parte más baja, precisamente en la zona donde Cándido Germán extraía la arcilla que más tarde empleaba como materia prima en la tejera, existían cuevas realizadas por la mano del hombre, del mismo estilo que el que aun por fortuna a día de hoy posee la ermita de Santa María del Otero, sita en lo alto del Cerro del Otero, y en los restos que se conservan de la ermita de San Juan en el cerro de su mismo nombre. Este hecho aparece reflejado en antiguas fotografías del lugar de la extracción de la arcilla, donde se pueden ver varias aperturas en forma de cueva.



Por lo tanto, existiendo en el cerro del Otero, cerro culminado por la ermita que mencioné anteriormente, también es posible que existieran en el cerro del Barredo Viejo, estando este cerro también coronado por una ermita como publiqué en el artículo en el que me refería a las pirámides de Palencia, y precisamente esos frescos de la catedral palentina es el mensaje que nos trasladan. La similitud entre las cuevas en ellos representadas y la realidad es más que asombrosa como queda constatado en la siguiente comparativa:


Pero las preguntas cada vez continúan aumentando, ya que esos frescos no sólo se limitan a representar ese paisaje de nuestra ciudad, sino que en ellos aparece representado el martirio de San Antolín, el patrón de nuestra ciudad, que en el primer fresco se encuentra representado en el interior de la cueva de Barredo Viejo, mientras que en el segundo aparece una especie de "puerta", situada también en el mismo cerro, y aquí es donde comienza a estar todo relacionado y de nuevo aparece parte de la historia de Palencia oculta y no dada a conocer a los propios palentinos. ¿Qué hace San Antolín en el Barredo Viejo? ¿Realmente existió una cueva?
Ningún símbolo ni mensaje fue colocado ni dejado para la posteridad por capricho del azar, tan sólo esperaban a ser leídos en el momento adecuado para que la historia de Palencia finalmente salga a la luz, y en esta ocasión, de nuevo la similtud de lo representado y la realidad es asombrosa, basta comparar la cueva representada en esa pintura con la cueva que existe en la realidad:


Los cerros tuvieron que ser importantísimos en la antigüedad para relacionar directamente a nuestro patrón con ellos, cerros abandonados desde hace décadas e incluso desmontados por las autoridades, y prueba de esa importancia es que fueron representados en el interior de la propia catedral, estando a la vista de todos cuantos la visitan, pero sin embargo no se han dado a conocer ni se han relacionado con el paisaje de nuestra ciudad  que hasta hace muy pocos años aun podíamos seguir observando, y del cual por fortuna nos queda la prueba fotográfica de su presencia, pese a haber perdido ya el cerro en el que sorprendentemente se encuentra oculto San Antolín, el Barredo Viejo.
¿Es verdad la historia que nos han contado?

CONTINUARÁ

ARTÍCULO RELACIONADO: "El auténtico San Antolín y los cerros de Palencia, el primitivo origen de nuestra ciudad"