miércoles, 30 de abril de 2014

El fin del mundo llegó a Fuentes de Valdepero



En esta ocasión quiero referirme a lo que sucedió en el pueblo palentino de Fuentes de Valdepero,  situado a escasos seis kilómetros de la ciudad de Palencia.

“El fin del mundo”, así era como los vecinos de Fuentes de Valdepero daban la noticia al ver que una enorme nube de color rojizo se aproximaba al pueblo. En aquel entonces Fuentes contaba con 751 habitantes y 521 casas.
Ocurrió a las dos y cuarto del mediodía  del 12 de julio de 1.935, una enorme tormenta de vientos huracanados atravesó por completo el pueblo recorriéndolo de norte a sur y derribando todo lo que se encontraba a su paso. 

Los primeros testimonios de lo que había sucedido se referían a haber visto un gran incendio provocado por nubes de las que caía fuego y que se dirigían a gran velocidad hacia el pueblo. 
El efecto óptico era debido a las grandes cantidades de polvo rojo que el tremendo viento levantaba del terreno, haciendo cundir aún más el pánico en el pueblo y corriéndose la voz entre los vecinos de que lo que se acercaba era el fin del mundo, incrementándose el miedo mucho más cuando justo antes de que el huracán alcanzara el pueblo éste quedó sumido en la casi absoluta oscuridad. 

Los vecinos de Fuentes, atemorizados por lo que estaban viendo sus ojos y el tremendo ruido que se escuchaba desde cualquier punto del pueblo, corrieron a  refugiarse bajo tierra, en las bodegas y en los sótanos de sus casas, los únicos lugares que creyeron seguros  para tratar de salvar sus vidas.
Los árboles cayeron sobre la antigua carretera de Santander que transitaba por el pueblo quedando totalmente obstaculizada por los mismos. Uno de esos árboles fue arrancado de raíz y terminó sobre el tejado de una de las casas.

El panorama que se podía ver en el pueblo tras el paso de la tormenta era dantesco, de las 521 casas, la mayoría construidas de adobe, 518 habían quedado totalmente destruidas, y los dos únicos edificios que habían soportado la tormenta habían sido el castillo y la iglesia.
Los carros que se encontraban en las eras fueron elevados en el aire como si de hojas de papel se trataran, uno de ellos voló 300 metros quedando incrustado en el tejado de una de las casas.
En la iglesia el viento se abrió paso rompiendo una de sus vidrieras y derribando la imagen de nuestra Señora de la Asunción, de dos metros de altura, destruyéndola por completo.

Tras conocerse el desastre en la ciudad de Palencia salieron de ésta el gobernador civil  D. Victoriano Maesso y los bomberos junto a la guardia civil y la cruz roja. En los primeros momentos pudieron ver cómo no había una sola calle en el pueblo que no estuviera cubierta de escombros, mientras que los vecinos trataban de rescatar de entre las ruinas de sus casas a las personas que habían quedado atrapadas. Confirmaron a su vez la muerte de un joven de 17 años de edad, llamado Tomás Pastor García, estudiante del colegio de La Salle en Palencia. Su padre, Ezequiel Pastor, resultó herido grave, al igual que Domiciano Calzado y Benito Pedrosa, este último fracturándose su pierna derecha. Estos cuatro hombres tuvieron la mala suerte de ir a refugiarse bajo una tenada en los corrales conocidos como de “Camino Husillos” que se desplomó sobre ellos.

Aun a día de hoy, si nos acercamos hasta Fuentes de Valdepero, podemos apreciar junto al antiguo trazado de la carretera de Santander restos de muros de adobe de las edificaciones que fueron arrasadas por el huracán, como si sirvieran de recordatorio de la catástrofe que aconteció en este pueblo palentino.



lunes, 28 de abril de 2014

Los serpopardos de la bella desconocida



Continuando el artículo anterior en el que hacía mención a los dos unicornios situados en la torre de la catedral palentina, en esta ocasión quiero referirme a una escena representada en la conocida Puerta del Obispo o de Santa María, remodelada en el siglo XV, de nuevo ubicada en la fachada meridional y a la izquierda de la torre si nos situamos mirando de frente a la catedral desde la Plaza de la Inmaculada.


Sobre la vidriera izquierda en forma de flor perteneciente a ese acceso a la catedral, se puede ver una escena de lo que parecen ser dos animales que poseen largos cuellos entrelazados, cada uno de los cuales termina en una cabeza con rasgos de dragón o de serpiente, mientras que sus garras recuerdan a las de un león o un tigre.


La escena de nuevo me resultó familiar al ser prácticamente idéntica a la criatura que se conoce como serpopardo, cuyo nombre resulta de la mezcla de serpiente (su cabeza y cuello son similares a  una serpiente), y leopardo (el cuerpo y las garras representados recuerdan a los de este animal). Y de nuevo esto nos lleva una época incluso más remota en el tiempo que a la que nos trasladamos con las gárgolas de los dos unicornios.


El primer lugar en el que se puede ver una representación muy similar a la que aparece en la catedral de Palencia  es en la conocida como “la paleta del rey Narmer” realizada sobre pizarra y decorada  con inscripciones y relieves. Datada  entre el año 3.200 y el año 3.100 antes de Cristo (su antigüedad ronda los 5.100 años), representa la unificación  del alto y bajo Egipto, y fue descubierta en 1.898 por Quibell y Green en el templo de Horus de Nejen (Egipto).
Actualmente se encuentra en el Museo de El Cairo (Egipto) y su imagen se muestra a continuación:

Paleta de Narmer


El segundo lugar en el que aparece representada una escena prácticamente idéntica es en un antiguo sello procedente de la ciudad de Uruk (Mesopotamia) y que se conserva en el Museo del Louvre. Este sello está datado con una antigüedad de entre 5.000 y 6.100 años:
Fotografía:Marie-Lan Nguyen (2010)


En esta ocasión parece que otra vez hay una relación directa entre nuestra bella desconocida y la antigua región de Mesopotamia, aunque esta vez será más difícil saber si los canteros que esculpieron esa escena en la catedral de Palencia pretendían representar esa antigua iconografía debido al paso de cinco siglos desde su realización, y ya obviamente ninguno de sus autores nos lo puede confirmar, en contraposición con la escenificación de los dos unicornios de nueva construcción que se añadieron a la torre de la catedral en la última restauración de la misma realizada  hace algo más de una decena de años.